Sunday, June 26, 2005

Repaso

Decíamos ayer que las mayores atrocidades de la historia, los peores genocidios, los más indecibles horrores que ha cometido el hombre contra el hombre, han surgido siempre del estado-nación…
-¡Profe, profe!
-Diga, Antuña.
-Que ayer usted nos soltó un rollo sobre Ucrania y Stalin, y no dijo nada del estado-nación ni cosas de esas. Y que dicen los compañeros que a ver si se aclara de lo que está hablando, que ya aburre de tanto divagar.
-Ayer os puse un ejemplo, Antuña. Un ejemplo perfecto, purísimo y evidente, del poder del estado moderno cuando, libre de cortapisas, libre de la presión internacional y de la presión de la opinión pública, decide aplastar una amenaza. Oh, sí…el genocidio ucraniano es más revelador y más instructivo que una enciclopedia entera dedicada a las ciencias políticas.
-Ya, pero es que dicen los compañeros (lo estuvimos hablando en el recreo) que un sólo ejemplo no demuestra nada. Y que la verdadera fuente del sufrimiento, del odio y de las guerras y de las matanzas, no está en las ideologías internacionalistas ni en el estado-nación integrador, sino en los nacionalismos mezquinos, en las patrias y las banderas. Porque los nazis, por ejemplo, eran nacionalistas racistas. Y Sabino Arana defendía ideas racistas, que promovían el odio entre vascos y no vascos. Y de ahí vinieron los horrores del S.XX.
-Mmmm…impresionante. Casi me has convencido. Ahora dime, ¿Qué genocidio o qué guerra civil surgió de los disparates de Arana?
-Pues…la ETA…
-No te pregunto por una banda de nacionalistas tercermundistas nacida al calor del franquismo. Te estoy pidiendo que me digas cuándo desató el PNV una matanza de maketos ¿Cuándo? O, ¿Cuándo provocaron una guerra?
Nunca. En cambio, la integradora y moderna España, en los años de Arana y posteriores, resulta que sí se vio envuelta en guerras y genocidios, ves tú. Mientras Arana anotaba sus delirios racistas y ultracatólicos, la España de la I Restauración andaba empeñada en impedir la secesión de una provincia separatista llamada Cuba. Los horrores de Filipinas y Cuba, donde los españoles inventaron los campos de concentración, son una parte de la historia que genera pocos centenarios, de esos que les gusta tanto celebrar a peperos y sociatas.
Lo de Cuba terminó, no porque los españoles entrasen en razón, sino por puro agotamiento. ¿Cuántas personas, civiles, reclutas y rebeldes, murieron allí inútilmente? ¿Cuatrocientas mil? ¿Tal vez más? Después de Cuba vino la invasión de Marruecos y después la Guerra Civil, gloriosa Cruzada para salvar España de rojos y separatistas.
-Y allí compitieron dos ideologías rivales, fascistas e izquierdas (republicanos, comunistas, socialistas) que compartían sin embargo un ideal nacional español, férreamente centralista.
-Exacto, con algunas excepciones. Los que menos contribuyeron al horror de la Guerra Civil, precisamente, fueron los nacionalistas separatistas. Se les puede acusar de ambigüedad, de cobardía, de estupidez…de muchas cosas, pero no de belicistas ni de genocidas.
-Pero entonces, ¿Por qué tienen tan mala prensa los pequeños nacionalismos, si quienes les acusan tienen tanto que callar?
-Porque son los más débiles. Es muy sencillo emparentar a Sabino Arana con Hitler, cuando sabes que nadie se va a molestar en rebatirte. Mientras tanto, los demás crímenes y “errores” que podrían achacarse a los grandes estados-nación, se silencian o se disimulan.

El estado-nación moderno surge al mismo tiempo que la Revolución Industrial. El desarrollo tecnológico, la mejora de las comunicaciones y, en general, el crecimiento económico, permitieron mejorar las redes burocráticas y los mecanismos represivos en toda Europa. Los excedentes se emplearon en mantener una nueva clase social, los funcionarios, fieles a la mano que los alimentaba. Los funcionarios, uniformados o no, jerarquizados, organizados y disciplinados, sirvieron (sirven aún) para hacer cumplir los caprichos del gobierno de turno hasta el último rincón de la sociedad. Maestros, jueces y policías, intelectuales a sueldo, profesores universitarios y académicos de las distintas “Reales Academias”, militares y sacerdotes, todos seguirían obedientemente los objetivos que el estado considerase “patrióticos”. Con la ayuda de este ejército inmenso se hizo posible encauzar las acciones y las mentes de millones de personas hacia un objetivo único. De repente, las élites europeas se encontraron manejando un poder inimaginable.
El estado se convirtió casi en un ente con vida propia, una superherramienta tan manejable como poderosa. Sólo faltaba un último detalle: justificar todo ese poder. Así nacieron las grandes naciones europeas del S.XIX, el Imperio Británico, Francia, Rusia, Alemania, Italia…y España, por supuesto.
El estado-nación surgió, así, como una acumulación de poder cada vez más monstruosa, más reducida. Una élite de políticos, aristócratas, banqueros y grandes industriales (son categorías no excluyentes) se fue emborrachando cada vez más de soberbia y de codicia. Los filósofos, los historiadores, los poetas justificaron y enaltecieron la nueva gloria de la sociedad industrial. Hegel proclamó que la única divinidad era el “espíritu”, que habitaba colectivamente en toda la humanidad y que se manifestaba a lo largo de la historia…forjando un estado cada vez más centralizado y fuerte. Es decir, según Hegel el estado viene a ser la encarnación de Dios. De Hegel beben, al final, las grandes ideologías totalitarias del S.XX.
-Pero, pero… ¡Eso es pura demagogia!
-¿Por qué lo dices, Antuña?
-¡Porque el S.XIX es el siglo de la libertad, cuando las masas alfabetizadas empezaron a comprender la opresión en la que habían vivido hasta entonces y reclamaron sus derechos! Usted nos habla de Hegel y sus sucesores, nazis y comunistas, pero ignora totalmente las revoluciones liberales, los Estados Unidos de América, el papel de Gran Bretaña como misionera de la libertad y la democracia por medio mundo. Tal vez el estado-nación decimonónico tuviese sus inconvenientes, pero entonces, ¿Eran preferibles sus enemigos, los integristas religiosos, los carlistas y la gente que quería dar marcha atrás?
-Ah, sí, cómo olvidarlo. Finalmente triunfó la variante liberal y capitalista del estado. Ah, Gran Bretaña, libertadora de pueblos, la gloria del imperio mundial… Tengo algo que contaros sobre Gran Bretaña, el liberalismo y el capitalismo. Pero se acaba la clase, otro día seguiremos.

Saturday, June 18, 2005

Vergüenza

Un día Arnaldo Otegui se levanta guerrero y dice:
“Un pueblo que ha renunciado a la violencia y que no tiene posibilidad de ejecutar al rey Juan Carlos, es muy difícil que sobreviva […] el rey Juan Carlos y José María Aznar son opresores del pueblo vasco. Toda la historia, desde Arminio, nos muestra que habrían sido ejecutados en juicio sumarísimo”
¿Os lo imagináis? Se armaría la marimorena: con razón Otegui se está tranquilito y con el pico cerrado.
Sin embargo no todo el mundo tiene que medir las palabras. Hay hombres poderosos que pueden permitirse desbarrar sin miedo. Dice Gustavo Bueno, filósofo, excatedrático de la Universidad de Oviedo:
«Una Constitución que ha abolido la pena de muerte y que no tiene posibilidad de fusilar a Ibarretxe es muy difícil que se mantenga» […] «Lo de Ibarretxe es alta traición; lo de Maragall es alta traición; toda la Historia, desde Pericles, nos muestra que hubiera habido un juicio sumarísimo».
Las declaraciones aparecen recogidas en La Nueva España, 25–05-2005.
Tal vez algún estúpido se ría leyendo estos dislates; a mí no me hacen ni puta gracia. Por varias razones:
-Porque Bueno no es ningún viejo chocho, vociferando sus desvaríos por las tabernas, sino un personaje influyente en Asturias, mimado por la prensa y por los políticos, y que conserva aún mucho poder en la Universidad.
-Porque no leí estas vergonzosas palabras en ningún grafiti, ni en ningún cartel de confección casera pegado a una papelera: pertenecen a un reportaje a toda página, con fotografía incluida, publicado por el periódico más leído del país.
-Porque en ningún momento se molestó el periódico en distanciarse o en matizar las palabras de Bueno. Muy al contrario, el periodista no perdió ocasión de adularle sin el menor recato: “El autor de «España frente a Europa», un libro capital para entender la singularidad española como construcción histórica”, “El maestro de la Escuela de Oviedo” “autor de libros […] fundamentales en el panorama filosófico actual […]” “Bueno, avezado triturador de distintos mitos…”

No, la invitación al linchamiento de Ibarretxe no se incluyó en “La Salud: Hoy, la Demencia Senil” ni en la sección “chistes y pasatiempos”. Estudiando el formato y el tono del reportaje, queda claro que La Nueva España apoya a Gustavo Bueno. Los lectores deberíamos escuchar sus palabras, meditarlas y, si tenemos la suficiente sabiduría, aceptarlas como dogma indiscutible.
Así construyen ideología los periódicos: mezclando opinión e información, convirtiendo en noticia las palabras de un particular, dando cancha a ciertas ideas sobre otras. Gustavo Bueno aparece casi una vez al mes ventilando sus fobias en letras de molde, pero sus oponentes apenas tienen ocasión para contestarle en todo el año, normalmente en secciones semiclandestinas como “cartas al director”. El resultado es que los medios de comunicación, La Nueva España y El Comercio sobre todo, pero también a veces las televisiones locales, funcionan como apóstoles de la ideología de Bueno y de sus seguidores. Son altavoces que nos machacan con propaganda política disfrazada de información.

Analicemos entonces la papilla ideológica que nos embuten estos desinteresados pedagogos. Si limpiamos de paja el articulito queda un mensaje sencillísimo: habría que fusilar a Ibarretxe y a Maragall por traidores. Bueno recicla una vez más el viejo dogma de la tribu, la idea de que el colectivo está por encima del individuo, que el estado tiene derecho a defenderse de sus enemigos con cualquier medio. Nos viene a decir que la supervivencia y la fuerza del estado están por encima de cualquier otra consideración, como el respeto a la vida o a la libertad de opinión. Las ideas de los nacionalistas amenazan la unidad de la patria, por tanto los nacionalistas merecen la muerte. Bueno y sus cortesanos de LNE nos proponen, limpia y sencillamente, el regreso del totalitarismo. Y a la mierda con los melindres democráticos.

Ya sé que La Nueva España no es el Washington Post, ya sé que Uviéu es una ciudad provinciana y anticuada. Ya sé que Bueno y su camarilla tienen una influencia inmensa en la vida intelectual de este país y que es difícil enfrentarse con ellos. Ya sé todo eso, pero me da igual. Algunos principios hay que defenderlos sin mirar excusas ni justificaciones: por pura salud mental. Me parece vergonzoso que Gustavo Bueno defienda, con toda desfachatez, unas ideas abiertamente totalitarias y que conserve, al mismo tiempo, una posición de privilegio en la cúspide de la sociedad asturiana. Me parece aún más vergonzoso que los medios de comunicación colaboren con él y su séquito para difundir una ideología inhumana, totalitaria y criminal.
Es una puta vergüenza.
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Nota: Gracias a El Fielatu.net, he tomado de ellos el tema y un par de ideas de este artículo.
Otra nota: Con la entrada ya terminada, me llega una noticia tan atrasada como interesante: el ayuntamiento de Uviéu ha decidido organizar una serie de eventos ante las asturianísimas efemérides del año 2008 (fundación de la Universidad de Uviéu, creación de la Xunta Xeneral, las cruces de los Ángeles y de la Victoria, declaración de guerra a los franceses en 1808...). ¿A que no os imagináis quién se encargará de llevar adelante el proyecto? ¿A que no sabéis quién va a celebrar nuestra historia y nuestra cultura, quién va a mostrar nuestra mejor cara y explicarle al mundo lo que es Asturias, lo que ha sido durante los últimos mil años? De todas las asociaciones, colectivos, instituciones posibles, ¿Quién considera la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Uviéu que mejor representará a nuestro país?
La Fundación Gustavo Bueno.
Este país está enfermo.

Wednesday, June 08, 2005

Érase una vez en Ucrania (II)

Sigo citando el artículo de Valentyn Moroz:

Moscú comprendió que si se consentía que este proceso continuase otra década, el imperio Ruso Soviético se quebraría a lo largo de las líneas nacionales, igual que había hecho el imperio Austro-Húngaro al acabar la Primera Guerra Mundial. Los dirigentes del Kremlin comprendieron también otra realidad esencial: el imperio sólo podía mantenerse unido mediante el totalitarismo. […]
La esencia de este programa era la aniquilación de la estructura tradicional de aldeas que había sido siempre el sostén de la nación. Stalin reconoció el papel clave de la aldea en el movimiento por la liberación nacional. “La aldea es el mayor ejército en un movimiento nacional”, escribió. “Sin la aldea el movimiento se vuelve imposible. Esto es lo que queremos decir cuando decimos que la cuestión nacional es, en efecto, la cuestión aldeana”.


Si el problema estaba en las aldeas, bastaba eliminar las aldeas para terminar con el problema. Lógico, ¿Verdad? No fue necesario organizar complicadas deportaciones ni campos de exterminio: los rusos, sencillamente, confiscaron las cosechas de todo el país y dejaron que los campesinos se muriesen de hambre.

Las cifras del censo de 1926 y 1939 indican que la población ucraniana disminuyó un diez por ciento durante el periodo, mientras que el número de rusos aumentó un 27 por ciento. La razón de este asombroso contraste fue explicada por un testigo de la hambruna de 1933: “Había dos pueblos en la frontera entre la República Socialista Soviética de Ucrania y la República Socialista Soviética Rusa. En el lado ucraniano todo fue requisado, en el lado ruso había impuestos normales sobre el grano y todo iba según el plan. Los ucranianos se subían a los techos de los trenes que pasaban y viajaban a Rusia para comprar pan”.

Los ucranianos se morían de hambre y la URSS exportaba trigo. Hay quien calcula que murieron siete millones de personas. Al mismo tiempo, los rusos organizaron eficientemente el exterminio de la intelectualidad ucraniana.

En la primavera de 1933, mientras millones de campesinos ucranianos morían de inanición, las fuerzas soviéticas llevaban a cabo ejecuciones masivas por toda Ucrania. Dos grupos de población estaban marcados para el exterminio: la intelectualidad y los comunistas ucranianos que hubiesen pertenecido a otros partidos en el pasado.
Los historiadores han concluido que Ucrania perdió un 80 por ciento de sus intelectuales creativos durante la década de 1930. Al final, la cultura ucraniana sufrió aún más que los campesinos.


La cosa fue rápida: todo se resolvió entre 1931 y 1933, y para 1934 el peligro secesionista estaba totalmente desactivado. Si en 1927 el partido denunciaba la resistencia a la ucranización, hacia 1934 la doctrina había dado un vuelco:
Tanto el Pleno de 1933 como el 12 Congreso del Partido Comunista de Ucrania en enero de 1934 declararon que “El mayor peligro de Ucrania es el nacionalismo local ucraniano”. […] en el 12 Congreso […] Postishev [el enviado de Moscú] declaró que “1933 fue el año de la derrota de la contrarrevolución nacionalista ucraniana.”

La derrota de la sinrazón nacionalista, de los fanáticos de la patria, siempre es una buena noticia, ¿Verdad? Postishev era el enviado plenipotenciario de Moscú, llegó a Ucrania en 1933 y no tuvo empacho, ya acabado el genocidio, en pegarles un tirón de orejas a los ucranianos:

Postishev, […] lo dijo claramente: “Los errores y ceguera del Partido Comunista de Ucrania para comprender la política del partido en lo tocante a las nacionalidades fue una de las razones principales para el colapso de la agricultura en 1931-1932."

¿Lo veis, ucranianos bobos? ¡Si la culpa fue vuestra! Uno empieza pidiendo la oficialidad de no sé qué idioma inventado, y al final se mueren siete millones de hambre. Si es que el nacionalismo sólo trae desgracias…
¿Os ha gustado la historia? Tengo otra preparada igual de buena.
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Si queréis saber más sobre el tema, podéis visitar http://www.faminegenocide.com/

Tuesday, June 07, 2005

Érase una vez en Ucrania (I)

El artículo se titula “Nacionalismo y Genocidio: El Origen de la Hambruna Artificial de 1932-1933 en Ucrania” y el autor es un tal Valentyn Moroz. Podeis leerlo entero (en inglés) en
http://www.artukraine.com/famineart/nationalism.htm
Lo descubrí hace tiempo, en una página muy poco recomendable. A todos esos que defienden la censura en Internet, yo les digo: dejad que cada cual escriba lo que le dé la gana, y que luego el lector separe la paja del grano. Incluso en una página de extrema derecha se pueden encontrar joyas como este artículo. ¿Dónde hubiese oído hablar de Valentyn Moroz, si no? Es un tipo incómodo, un grano en el culo que le cae mal a todo el mundo. No creo que nadie, ni la izquierda, ni los conservadores americanos ni los fachillas españoles, nadie quiera escuchar la historia que cuenta Moroz:
El hombre fue víctima de la represión soviética, y eso a los guais de la izquierda les provoca urticaria: demasiados recuerdos incómodos.
Los americanos tampoco tienen interés en el genocidio ucraniano: allí el monopolio del sufrimiento lo tienen un par de minorías, léase judíos y negros, y no piensan compartir las ventajas políticas del victimismo con esos piojosos eslavos, blancos cristianos. Además, ¿Quién quiere recordar los crímenes que Stalin traía a cuestas, ya antes de unirse a la noble causa aliada? Daría la impresión de que los buenos de la Segunda Guerra Mundial no lo eran tanto.
En La Razón, me temo, también van a tardar en abordar el tema: la derecha nacionalista española no va a afanarse por recordar una historia en que los nacionalistas separatistas mueren por millones, víctimas del estado centralista.

Así que ya veis, hay un genocidio que no va a generar documentales, películas de Hollywood ni libros de esos que reseñan en la COPE.
Y sin embargo sucedió. Murieron millones de personas, a manos de un régimen asesino que les odiaba por ser lo que eran: ucranianos y patriotas. En su breve resumen, Moroz cuenta cosas que ablandarían al granito. Aquella tiranía no se conformaba con matar a las personas: querían robarles el alma. Querían privarles de todo lo que les hacía humanos, sus recuerdos, sus canciones, sus palabras. Encontraron un país llamado Ucrania e intentaron convertirlo en un cementerio, en un erial.
Todo, en nombre de la unidad nacional:

La descristianización, colectivización, industrialización, transferencia masiva de población de los pueblos y villas causó una erosión sin precedentes de las relaciones sociales tradicionales en Ucrania, cuyas catastróficas consecuencias aún no se han revelado completamente (Moroz, V. 1974: 77-79)


Nuestra historia comienza a poco de triunfar la Revolución de Octubre, y el principio no puede ser mejor. Los revolucionarios, al parecer, pretendían reforzar la identidad ucraniana, no arrasarla. La ley de 1923 describe así el proceso de “ucranización”:

[…] El gobierno popular reconoce la necesidad […] de concentrar la atención del estado en un futuro próximo en ampliar el conocimiento de la lengua ucraniana.
La igualdad formal entre los dos idiomas más usados en Ucrania – ucraniano y ruso – ha sido hasta ahora insuficiente. Los procesos de la vida, como muestra la experiencia, favorecen en realidad el predominio del ruso. Para eliminar esta desigualdad el gobierno implementará una serie de medidas prácticas que, al tiempo que garantizan la igualdad de todo idioma utilizado en territorio ucraniano, deben garantizar una posición para el ucraniaino acorde con el tamaño y la fuerza de la nación ucraniana en el territorio de la República Socialista Soviética de Ucrania
.

En estos años, entre 1923 y 1932, se dio un proceso que, leyendo a Moroz, recuerda bastante a la España de las autonomías. La ucranización recuerda el reconocimento de las “nacionalidades históricas” que se dio a partir de 1978. Como en el caso soviético, los españoles fingieron un entusiasmo por la recuperación de las culturas minoritarias que estaban lejos de sentir. Muy pronto surgió, en ambos casos, una resistencia al proceso. Las tácticas que emplearon los burócratas soviéticos para desprestigiar el patriotismo ucraniano son básicamente idénticas a las que utilizan hoy los centralistas españoles en Asturias. Según denunciaron los comunistas ucranianos al Comintern, en 1927:

Estas distorsiones consisten en ignorar o en dejar de valorar adecuadamente la cuestión nacional en Ucrania (a menudo disfrazándolo con un discurso internacionalista)particularmente:
1 – En el desprecio de la significación de Ucrania como parte de la URSS, en el intento de interpretar la creación de la URSS como la liquidación de hecho de las repúblicas nacionales;

¡Qué casualidad! Por aquí también te cuentan que Asturias “liquidó” su identidad hace siglos, fundiéndola en el abrazo de la patria común española.

2 – En la intención de que el partido permanezca neutral hacia el desarrollo de la cultura ucraniana, interpretándola como atrasada y “rural” en comparación con la cultura “proletaria” rusa;

¿Cuántas veces se habrá dicho que la cultura asturiana es puro folklore, que es una cultura campesina y paleta, y que defenderla es un atraso?

[...] 5 – En la repetición acrítica de opiniones chovinistas e imperialistas hacia la supuesta artificialidad de la ucranización, la ininteligibilidad del idioma "Gallego” [en referencia a la Galicia polaca] para la nación etc […]

Ésta es mi favorita: ¿No os recuerda todo ese rollo del “bable de laboratorio” que “no habla nadie”?

7 – En la frecuente tendencia a exagerar casos aislados de distorsión en la implementación de la ucranización, y en el intento de retratarla como un sistema político que viola sistemáticamente los derechos de las minorías nacionales (rusos, judíos, etc).

Muy buena también. Ya os habrán explicado que los nacionalistas pretendemos imponer la lengua asturiana y expulsar a los que “entienden Asturias de un modo distinto”.
Como se observa en este atrevido documento, enviado al Comintern pasando por encima del Comité Central Soviético, los ucranianos se tomaron muy en serio la recuperación de su cultura nacional y la utilizaron para enfrentarse con Moscú. Los niños se escolarizaban en ucraniano y, en 1930, ése llegó ser el idioma del 89 por ciento de los libros publicados en el país.
La broma estaba llegando demasiado lejos, y en el Kremlin había gente con muy poco sentido del humor. En el siguiente capítulo Moroz nos contará el método que utilizó Stalin para salvar la unidad de la patria. Ya os adelanto que la historia tiene final feliz: la URSS permanecio unida, y las pretensiones de los taimados separatistas insolidarios se vieron frustradas.

Moroz, Valentyn: Report from the Beria Preserve: The Writings of Valentyn Moroz. Editado y traducido por John Kolasky. Chicago: Cataract Press, 1974

Sunday, June 05, 2005

Manipúlelo Usted Mismo

Como ya sabéis, el nacionalismo es una ideología que surgió en el S.XIX, cuando la industrialización empezó a amenazar la cultura tradicional de los pueblos europeos. En aquella época surgieron las grandes ciudades y se extendió la alfabetización. Nació así una clase media urbana semiculta, que manufacturó una falsa nostalgia por un bucólico paraíso perdido. Los nacionalismos se caracterizan por el sentimiento de pérdida: añoran un pasado que nunca existió y luchan, o afirman luchar, para restaurar esa “edad de oro” anterior a la llegada de la imagniaria opresión. Son movimientos profundamente irracionalistas, anteponen los sentimientos a la razón y supeditan la libertad individual a unos falsos “derechos” de la tribu. Inevitablemente, el desarrollo de los movimientos nacionalistas conduce al sacrificio de los individuos en el altar de la pureza étnica: surgen movimientos racistas y violentos que amenazan las conquistas del estado liberal y pretenden restaurar la sociedad preindustrial. Finalmente estallan guerras de secesión o aparecen grupos terroristas. Cuando los nacionalistas logran su objetivo instauran regímenes totalitarios, donde la felicidad de las personas se sacrifica en nombre de la etnia, de la raza, de la lengua.
No es la primera vez que leéis algo así, ¿A que no? Podrían haberlo escrito una docena de intelectuales españoles, al menos. Podría ser un manifiesto del Foro Babel, de ¡Basta Ya!, de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Podría ser una columna de La Nueva España o un fragmento, incluso, de un editorial. He oído tantas veces estos argumentos que no necesité pensar para escribir el párrafo: me salió prácticamente de un tirón. Y eso no me hace ninguna gracia, porque me gusta pensar.
No me gusta que me laven el cerebro. No me gusta que me bombardeen con propaganda ideológica y que me la intenten colar como periodismo, historia o (¡Ja!) filosofía. No me gusta que me traten como un niño, que me intenten convencer de que vivo en el mejor de los mundos y que los disidentes (¡malditos separatistas republicanos!) son tontos, malvados o ambos. Y sobre todo detesto que la historia se convierta en un cuento, en una instructiva fábula sobre los peligros de la herejía y la bondad del régimen vigente.
La historia es un problema demasiado vasto para la mente humana. No es un relato, sino una masa inabarcable de datos inconexos. Se la puede moldear de acuerdo con la ideología de cada uno, puedes escoger este hecho y el otro, darles una interpretación y manufacturar una teoría, pero al final tendrás que dejarte en el tintero otros tantos factores, tan importantes como los que empleaste en tu razonamiento o más. “Interpretar” los hechos significa, en realidad, falsearlos. Por eso los libros de historia envejecen mal: al cabo de los años, nos sirven para comprender la ideología de la época en que fueron escritos, más que la época de la que tratan.
¿Para qué engañarnos? La historia funciona, en realidad, como una herramienta de propaganda ideológica. Legitima o desprestigia ideologías y personajes de otras épocas, con la vista puesta siempre en sus equivalentes actuales. Siempre ha sido así y siempre lo será. La manipulación más sencilla y más efectiva de todas podría llamarse “verdad selectiva”: escoges un crimen del bando enemigo, lo describes fielmente y extraes la moraleja. El truco está en no aclarar el contexto, en no comparar las atrocidades del enemigo con las que cometían “los nuestros” hacia la misma época.
Pues ya está bien de que siempre se diviertan los mismos. ¡Yo también quiero jugar! Estaos atentos a las próximas entradas del blog: ya veréis qué bien nos lo pasamos manipulando.

Thursday, June 02, 2005

Libertad Concedida no es Libertad, Sino Fuero

Estuve tentado de copiar el artículo entero y hacerlo pasar por mío, pero al final me pudieron los escrúpulos morales:
http://www.lapaginadefinitiva.com/weblog/pablo/archives/001425.html
Por cierto que el autor del artículo no es ningún rojillo filo-separatista, sino un admirador de Federico Jiménez-Losantos, colaborador (según se dice) de Libertad Digital. Aborrezco su ideología y no somos, en lo personal, dos buenos amigos que se diga: pero esta vez, lo reconozco, tengo que darle toda la razón.
No os preocupéis (si es que alguien se preocupa, vaya) que pronto volveré con otro escrito propio, sobre la historia de Ucrania. Ya veréis que cosa más bonita...