Sunday, July 17, 2005

An Gorta Mór

En 1845 saltaron no una chispa, sino dos. Por una parte vino la plaga de la patata: se perdió casi la mitad de la cosecha del año. Por otra, los terratenientes estaban dándose cuenta de que podían sacar muchos más beneficios si conseguían expulsar a los colonos y convertían sus tierras en pastizales. Primero subieron los arrendamientos hasta precios abusivos, forzando a los campesinos a emigrar. Después, cuando llegó el hambre, vieron otra manera más rápida de despejar sus tierras: sentarse a esperar que los ocupantes muriesen de inanición.
Fue La Gran Hambre, An Gorta Mór, que se prolongó hasta 1848 al menos. Como suele ocurrir con los grandes genocidios de la Humanidad, nunca sabremos cuántas fueron las víctimas. Suele decirse que hubo un millón y medio de muertos, a los que hay que sumar los millones de personas que emigraron forzadas por el hambre. Las condiciones del viaje eran infrahumanas. A los barcos que llevaban los emigrantes a América los llamaban coffin ships, barcos ataúd. En el censo de 1841, la isla tenía 8,2 millones de habitantes: en 1851 eran 6,5 millones.
Inglaterra, en general, permaneció impasible: hubo incluso reacciones regocijadas. Para paliar la catástrofe hubiera sido suficiente con distribuir otros alimentos entre la población, distintos de las patatas. Mientras los irlandeses morían de hambre, se agolpaban los barcos en los muelles de Dublín, cargados de pollería, vacas, ovejas y verduras de todo tipo... para Inglaterra. El gobierno conservador, en Londres, no sólo no impidió estas exportaciones sino que limitó estrictamente las medidas de socorro y entorpeció la ayuda internacional. Según decían, existía el peligro de que la gente se acostumbrase a la caridad y se volviese perezosa. Es un argumento muy querido del liberalismo. Otros decían que, si se daba dinero a los irlandeses, comprarían armas y se rebelarían de nuevo.
Fue un genocidio imperialista y racista, pero también fue un sacrificio ofrecido en el altar del capitalismo. En 1845, después de todo, no hubo violencia ni se alteraron las leyes. No hubo batallones de exterminio ni campos de concentración. Sencillamente se dejó que las leyes del mercado actuasen por sí mismas, sin consentir que absurdos sentimentalismos se interpusieran en la búsqueda del máximo beneficio. Si un propietario decide subir el arrendamiento hasta un precio imposible de pagar, ¿Por qué no va a hacerlo? Si su colono no puede pagar, ¿Por qué no desahuciarlos a él, su mujer y sus cinco hijos, y dejarlos deambulando por los caminos? Si los labradores pierden la cosecha de patatas y no pueden pagar verduras ni carne, ¿Por qué no embarcarlas a los mercados de Inglaterra, donde pagan bien? Si soy el honorable lord Haddox y pago mis impuestos, ¿Por qué debería tolerar que el gobierno se los gaste en alimentar a esos piojosos papistas holgazanes de Irlanda? ¡Si quieren comer, que trabajen!
Es estricta lógica. Después de todo tampoco el genocidio de la esclavitud, que se llevaba a cabo hacia la misma época, fue cometido en nombre de ningún ideal: los negreros eran simplemente buenos empresarios.

"Siempre he sentido un cierto horror de los economistas políticos, desde que oí a uno decir que se temía que la hambruna de 1848 en Irlanda no matase más de un millón de personas, y que eso apenas sería suficiente para hacer algún bien". Benjamin Jowett, profesor de Balliol. El economista era Nassau Senior, consejero del gobierno británico.

¡Qué! ¿Os creíais que sólo nazis y comunistas tenían crímenes a cuestas?

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http://www.humboldt1.com/~history/lexiso/

http://www.socialequality.org.uk/potato.shtml

http://homepage.tinet.ie/~earrings/irish_potato_famine.html

El hambre de la patata es una parte importantísima de la identidad irlandesa, un trauma nacional casi tan importante como Auschwitz para Israel. Si gugleáis "potato famine" os encontraréis 112.000 entradas. Sólo tenéis que pinchar y leer...

Sunday, July 10, 2005

Mise Éire

Mise Éire: Sine mé ná an Chailleach Bhéarra
Mór mo ghlóir: Mé a rug Cú Chulainn cróga.
Mór mo náir: Mo chlann féin a dhíol a máthair.
Mise Éire: Uaigní mé ná an Chailleach Bhéarra.
Patrick Henry Pearse
Soy Irlanda: soy más vieja que la Vieja de Beare / Grande mi gloria: yo que parí a CuChulainn el valiente / Grande mi vergüenza: mis propios hijos que vendieron a su madre. / Soy Irlanda: estoy más sola que la Vieja de Beare

Tal vez sea Irlanda el país más extraordinario, el más original de toda Europa Occidental. Sus intelectuales adoptaron la cultura clásica y la religión cristiana en tiempos antiguos, pero las combinaron con un sustrato cultural propio. A pesar de las fanfarronadas de los vascos, sólo los irlandeses han sabido transmitirnos un vislumbre de su herencia prerromana, convertida en arte y en literatura. Los mitos, las epopeyas, la poesía, la orfebrería, las instituciones de la Irlanda medieval son, quizá, la única herencia que conservamos de los pueblos aborígenes europeos. La cultura medieval irlandesa es una de las grandes glorias de la Humanidad, y contiene suficiente belleza y misterio como para llenar mil vidas.

En el siglo XI, aquel país único fue invadido por unos tipos absolutamente vulgares: los normandos. La irrupción normanda trajo el fin de la iglesia celta, pero no el de la Irlanda clásica: durante siglos, los irlandeses supieron resistir el empuje de vikingos y normandos. Aún hoy, los ingleses conservan la expresión “beyond the pale”, que nació en aquella época para referirse a la Irlanda gaélica, la que se hallaba más allá de la comarca de Dublín. “Beyond the pale” significa algo ignoto, salvaje, incomprensible para cualquier mente civilizada; porque los ingleses nunca supieron comprender a los irlandeses, y más allá del reducto dublinés se extendía la Irlanda indómita.
Con el paso de los siglos la presión inglesa se hizo más continuada y más fuerte. Los irlandeses resistieron sin embargo, con menos esperanzas cada vez. Cuando Inglaterra se hizo protestante, Irlanda mantuvo la lealtad a Roma. Los siglos XVI y XVII fueron una serie de guerras que al final perdían siempre los mismos. La nobleza irlandesa terminó exiliada, luchando en los ejércitos de las potencias católicas del continente. Los carniceros ingleses como Cromwell llevaron el horror por toda la isla.

Hacia el siglo XVIII reinaba en el país una miseria que hoy conocemos bien, gracias a la venenosa pluma de Jonathan Swift. Los invasores habían logrado aplastar toda oposición. Irlanda era, teóricamente, tan británica como el mismo Oxfordshire. Sin embargo, en 1798 los irlandeses se levantaron de nuevo, aprovechando el empuje revolucionario que llegaba de Francia. Es difícil de creer, pero en esta ocasión católicos y protestantes lucharon a la vez contra el ocupante inglés.
Perdieron otra vez.
Es una historia corriente. La unidad de los grandes estado europeos se forjó, como es bien sabido, sobre ríos de sangre. Finalmente las dos islas quedaron unidas, por las buenas o por las malas. Los ingleses sentían un desprecio ilimitado por sus vecinos occidentales, nacido de la intolerancia religiosa y de un extraño prejuicio racial. Este desprecio les permitió convertir Irlanda, sin mayores remordimientos, en una verdadera colonia dentro del reino.
Hacia 1840 el país producía todo tipo de alimentos, tanto carne como verduras, que partían inmediatamente hacia la metrópoli. La riqueza estaba concentrada en un puñado de terratenientes de estirpe inglesa e irlandesa. La inmensa mayoría de la población, mientras tanto, vivía como arrendatarios de los terratenientes, ahogados en la miseria. Cultivaban patatas, y patatas era todo lo que comían. La situación presagiaba una catástrofe: sólo faltaba una chispa que la desencadenase.

Mas autonomia que en un estado federal

El blog "Mala Prensa" está dedicado a destapar las infinitas chapuzas de los periodistas en la prensa escrita. El doce de junio publicaron un artículo despiadado, destripando una creencia tan generalizada como falsa acerca del estado autonómico:
http://personales.ya.com/josumezo/2005/05/ms-autonoma-que-en-cualquier-estado.html
Gracias por el soplo, Kike