Monday, August 20, 2007

El libre mercado y la madre que lo parió

Habréis seguido el jaleo de estos ultimos días: las bolsas del mundo entero dieron un buen estornudo y empezó a oírse por primera vez que hay un problema en el mercado de créditos. Me llevé una sorpresa morrocotuda y supongo que vosotros también, porque los telediarios no habían dicho esta boca es mía sobre el asunto durante los siete últimos años. Si no fuese por Internet y por los bulos y la seudoinformacion que nos envenena la mente a través de la red, no hubiese oído una sola palabra sobre la especulación y la burbuja financiera hasta hace dos semanas.

Internet y sus verdades son casi la única cosa buena de este repugnante siglo XXI, así que, en vez de ponerme yo a soltaros un rollo lleno de tópicos y obviedades sobre un tema que me enfurece por puro instinto, pero del que no tengo ni idea, os dejaré leer un artículo que me encontré navegando por ahí, escrito por alguien que sabe de lo que habla. Se llama Enrique Javier Díez Gutiérrez

"Se dice popularmente que cuando debes un millón al banco, tienes un problema; pero que cuando debes cien millones, es el banco quien tiene un problema. Esta es, en esencia, la clave que revela cómo funciona realmente el mal llamado libre mercado. Porque no hay tal libre mercado. Es una falacia que, a base de oírla, repetida una y otra vez por determinados políticos y medios de comunicación, nos la hemos creído ingenuamente.

Cuando “los mercados” tienen problemas, como los primeros días de agosto de 2007, no se les deja que “libremente” los solucionen, como cuando tienen grandes beneficios y entonces, sí que se reparten los dividendos “libremente”. Cuando se produce una crisis en los “mercados” (eufemismo para designar a las grandes corporaciones multinacionales) aparecen las instituciones públicas que, con nuestros impuestos, inyectan enormes sumas de dinero para mantener su liquidez y los políticos más señalados y los dirigentes de esas instituciones hacen declaraciones públicas para calmar y serenar la crisis. ¿Por qué no salen cuando hay despidos masivos por parte de esos mercados? ¿Por qué no utilizan nuestros impuestos para solucionar los problemas que nos causan a los trabajadores y trabajadoras esos mercados que se “deslocalizan” a países donde las condiciones laborales son todavía más degradantes e infrahumanas?

En la primera quincena de agosto se inyectaron 24.000 millones de dólares a los mercados en EEUU y 95.000 millones de euros a los europeos, obtenidos de los impuestos públicos. El presidente de EEUU, salía rápidamente a hacer declaraciones que “calmaran” la crisis en el negocio de las hipotecas de alto riesgo. Yo también pago en agosto una hipoteca. ¿Quién me va a inyectar alguna ayuda para pagar mi hipoteca? ¿Por qué a mi se me deja “libertad” para pagar mi hipoteca? Si no pago me embargan mis bienes. Pero a las grandes empresas y firmas hipotecarias no se les deja esta “libertad”. Porque, incluso aunque quiebren, nunca más se vuelve a saber del dinero que “desapareció”. Si no, que se lo pregunten a las compañías responsables de los últimos escándalos financieros en nuestro país o a los últimos directivos que han pasado por la cárcel. Es más, se le reclama al Estado que se haga cargo de esas deudas a cargo, como siempre, de nuestros impuestos.

Como ya advertía Kenneth Galbraith (1992) “cuando se trata de los empobrecidos, la ayuda y el subsidio del gobierno resultan sumamente sospechosos en cuanto a su necesidad y a la eficacia de su administración a causa de sus efectos adversos sobre la moral y el espíritu de trabajo. Esto no reza, sin embargo, en el caso del apoyo público a quienes gozan de un relativo bienestar. No se considera que perjudique al ciudadano el que se salve de la quiebra a un banco. Los relativamente opulentos pueden soportar los efectos morales adversos de los subsidios y ayudas del gobierno; pero los pobres no”. Por eso molesta tanto en occidente que Venezuela destine el dinero público para los más empobrecidos y que se “despilfarre” el dinero con las personas necesitadas, en vez de “invertirlo” en las compañías trasnacionales que generarían más beneficios…, para los de siempre, claro. De ahí que se acuse al presidente de Venezuela de practicar “populismo” y de despilfarrar el dinero público.

No hay “mercados libres”, salvo en la economía imaginaria. Cuando algunos políticos y medios hablan de libertad de mercados lo que menos existe son mercados libres, ya que todos los mercados son intervenidos, controlados, de tal forma que cuando se habla de libertad de mercado lo que se está diciendo es que no los controle el poder político, el sector público, sino que los controlen unas cuantas multinacionales, o los grandes centros de poder económico.

De hecho, esa supuesta devoción por el laissez faire, por el dogma del “libre mercado”, por este nuevo fanatismo religioso, desaparece cuando los intereses de los beneficiarios de la globalización se hallan en peligro. No sólo con la protección de las grandes compañías financieras cuando aparece una crisis, sino en todos los ámbitos: nos encontramos con políticas proteccionistas para los productos agrícolas y textiles, con subvenciones públicas a las empresas que han cometido errores desastrosos para evitar su quiebra y el despido de cientos de trabajadores y trabajadoras y con políticas militares de financiación a empresas de armamento. En todos estos casos se ha olvidado el libre mercado.

Son esas mismas corporaciones, que exultan la ideología neoliberal exigiendo la liberalización y la imposición de estrictas limitaciones a la intervención pública, en caso de despidos laborales o derechos sindicales, las que quieren y esperan de los gobiernos “asistencia social” en forma de rebajas fiscales o subvenciones, encauzando hacia ellas el dinero de los impuestos de todos y todas; una asistencia que, al contrario que los subsidios a la ciudadanía, exigen que se mantenga.

La doctrina del mercado libre se presenta pues, como plantea Chomsky (2001), en dos variantes: a) la doctrina oficial que se aplica a los estados y pueblos empobrecidos y que éstos tienen que aplicar estrictamente; y b) la doctrina extraoficial que “realmente existe”, es decir, aquella que considera que esa disciplina de mercado, aunque es buena y aplicable para ellos, no lo es para nuestras empresas, salvo por conveniencias momentáneas, pues tácitamente, las personas creyentes en el mercado equiparan sus intereses económicos particulares al bien común.

Indagando en esta “teoría del libre mercado que realmente existe”, un extenso estudio sobre las corporaciones transnacionales de Ruigrock y Van Tulder (1995) descubrió que “prácticamente todas las mayores firmas mundiales habían conocido una decisiva influencia de las políticas estatales y/o de las barreras comerciales sobre sus estrategias y posiciones competitivas”, y que por lo menos el 20% de las que aparecen en el ranking de la revista Fortune, no habrían ni sobrevivido como sociedades independientes de no haber sido salvadas por sus respectivos gobiernos, socializando las pérdidas, es decir, haciéndose cargo de ellas el Estado cuando tuvieron problemas. El mismo estudio señala que la intervención estatal, ha sido la regla más bien que la excepción durante los dos últimos siglos. La producción aeronáutica civil está hoy fundamentalmente en manos de dos sociedades: Boeing-McDonald y Airbus, cada una de las cuales debe en gran medida su existencia y su éxito a subvenciones públicas en gran escala. La misma pauta prevalece en los ordenadores y en la electrónica en general, en la automoción, la biotecnología, las comunicaciones, en realidad en prácticamente todos los sectores dinámicos de la economía. Sin estas y otras medidas extremas para interferir el mercado, es dudoso que las industrias del acero, del automóvil, de las máquinas herramientas y de los semiconductores hubieran sobrevivido a la competencia japonesa, o fueran capaces de avanzar con pie firme en las tecnologías emergentes.

En el nuevo análisis neoliberal el Estado reaparece como reasignador de los recursos a través del aumento de los gastos de defensa y de seguridad, y de las ayudas a las empresas y sectores en crisis. Sólo son partidarios de la libertad económica cuando las cosas van bien para ellos pero demandan muletas públicas cuando van mal.

Los mecanismos de protección de este “mercado libre” son muy variados y persistentes. La imaginación, en estos casos, parece no tener límite. No parecen ser algo coyuntural, sino claramente estructural. Una de las forma de protección más extendida es la dotación de ingentes recursos del erario público a la industria militar, desarrollada por empresas privadas. Durante los últimos seis años, más del 40% de las compras del Pentágono, es decir, un total de 362.000 millones de dólares, fueron realizadas sin licitación pública competitiva alguna, es decir, de una manera monopólica entre el complejo militar-industrial y la clase política. Actualmente, alrededor de la mitad del presupuesto del Pentágono es manejado por empresas privadas que son supervisadas por otras empresas privadas, mientras el control a través de funcionarios del Estado está siendo reducido sistemáticamente. El Estado ya sólo sirve para repartir el dinero público entre el gran capital bélico, “supervisado” por las empresas privadas de contabilidad. Pero, los beneficios son mutuos. Desde 1998 a la fecha, esas empresas han aportado 62 millones de dólares al Partido Republicano, comparado con 24 millones para los Demócratas (Dieterich, 2004). Igualmente, la “guerra de las galaxias” ha sido vendida al público como “defensa” y a la comunidad empresarial como un subsidio público para tecnología avanzada.

Por eso no es sorprendente que el sistema general de subsidios favorezca a las grandes explotaciones, ya que las ayudas están ligadas a la extensión y a la producción. La Comisión Europea admite que el 80% de las ayudas agrícolas las acumulan el 20% de las explotaciones. En Francia, apenas el 0,6% de la población total recibe las tres cuartas partes de las ayudas, y en España siete grandes familias terratenientes cobran tantas ayudas de la Unión Europea como 12.700 pequeñas explotaciones. En 2002 percibieron 14 millones de euros en subvenciones agrícolas: cantidad equivalente a la renta anual de 90.000 mozambiqueños. El multimillonario príncipe Alberto de Mónaco, recibe subvenciones millonarias destinadas a la agricultura, denunciaba en noviembre de 2005 Intermon-Oxfam. Estos subsidios provocan un dumping (venta por debajo del coste) en el mercado mundial. Y estos subsidios a los grandes terratenientes los pagan nuestros impuestos.

Estos mecanismos de asistencia social para la gente rica es lo que se ha denominado “socialismo para los ricos” que consiste en salvaguardar a las grandes empresas de la “disciplina del mercado”. Mientras, los países empobrecidos y las gentes indefensas son las adoctrinadas en el estricto dogma del “dios mercado”.

El problema es que cada vez la población en general se lo va creyendo más. Están consiguiendo ganar la batalla del sentido común, colonizando nuestro pensamiento e incluso nuestro lenguaje y nuestra imaginación. Los grandes medios de comunicación a su servicio lo repiten una y otra vez. La clase política lo reitera constantemente en sus discursos. Parece que hoy en día, como dice Susan Sontag, declararse en contra del libre mercado es como afirmar que se está en contra de la maternidad. El combate no sólo se libra en la economía, también está en el discurso y en el pensamiento."

* Profesor de la Universidad de León. Autor de La Globalización Neoliberal y sus repercusiones en la educación (2007). Barcelona: El Roure.

Thursday, August 02, 2007

El tonto de Niemöller

Hoy me he comprado "El Jueves". Por si acaso este artículo pasa a la posteridad, explicaré lo que todos sabéis para que los historiadores del futuro comprendan de qué va esto: "El Jueves" es un semanario satírico que publicó, en su portada de hace dos semanas, una caricatura en la que se hacía mofa de Su Alteza Real, Don Felipe de Borbón y Grecia y su augusta esposa, la Princesa de Asturias Doña Letizia Ortiz Rocasolano. El monigote no solo representaba a tan dignísimos personajes desnudos y en carnal coyunda, cual si de dos vulgares mamíferos se tratara, sino que el texto hacía hincapié en la falta de experiencia laboral de Su Alteza. El dibujo hizo fortuna y apareció en cierto programa televisivo de gran audiencia, de modo que el juez Del Olmo, famoso entre otras cosas por haber cerrado en el pasado el único diario que se pubicaba en euskera, intervino y ordenó secuestrar la edición de la revista. Se les acusa de "injurias al sucesor de la Corona", según el artículo 490 del Código Penal español. Ojo, para que conste, esto se escrbe en 2007, no en 1607.

Lejos de mí criticar al juez del Olmo. Estoy segurísimo de que ha actuado con total profesionalidad. Es más, estoy seguro de que, si los jueces aplicasen siempre igual diligencia, estarían las cárceles repletas de súbditos rebeldes y lenguaraces. La ley española es clara: no se pueden expresar ideas xenófobas, no se puede poner en duda ningún genocidio, no se puede mancillar la bandera ni la nación españolas; no se puede criticar al rey, ni a la reina, ni a los príncipes, ni a las infantas, ni a los reyes y reinas que tan duro trabajaron y tanto se sacrificaron por España antes de Don Juan Carlos.

En España no hay libertad de expresión, en una palabra. Lo que ocurre es que, hasta ahora, el aparato represivo habia reservado sus enorme poder para aplastar únicamente a los elementos mas periféricos del sistema. Lo de Egunkaria fue vergonzoso, pero nadie en España tiene redaños para sacar la cara por una publicacion monolingüe en vasco. El acoso a "La Realidad", de Santander, ha sido digno de un estado fascista, pero en Madrid no les importa un pimiento lo que les ocurra a unos muertos de hambre izquierdistas, perdidos en provincias: de TeleAsturias y Radio Sele ya ni hablamos.
"El Jueves" es algo distinto: tiene casi 500.000 lectores dispersos por todo el estado y la cosa ha salido por la tele. Esta vez la mierda ha salpicado demasiado.

Os recomiendo el ejemplar de esta semana, donde cuentan (entre chiste y chiste) la odisea que han vivido estos últimos dias. Lo mas escalofriante ha sido la reaccion de los periodistas mayoritarios, la tribu "estadodederechista" de la prensa madrileña. La revista hace recopilación de columnas escritas por gente como Edurne Uriarte, Hermann Tertsch, Consuelo Álvarez de Toledo, ABC (editorial), Victoria Prego, Carlos Dávila y (por supuesto) Alfonso Ussia. Estos señores y señoras que en treinta años no han cerrado la boca, tanto si tienen algo que decir como si no, pero que en toda su verborrea ni una vez le han faltado al respeto a la autoridad; éstos, que atacan cuando se sienten a cubierto y que echan espuma por la boca contra quienquiera que les mande el que paga; éstos, que nunca dudan cuando han de elegir entre los señores y la canalla, han dictado sentencia también en este caso. Podéis adivinar su veredicto: los de "El Jueves" se merecen la que les ha caído. La libertad de expresión tiene sus límites, que coinciden exactamente (oh, casualidad) con la conveniencia de los grandes grupos de comunicación, es decir, de los grandes capitalistas españoles.
Me importa un bledo si el chiste fue grosero o no, máxime en un país donde la cultura de masas rebosa grosería, chabacanería y mojigatería. La cuestión es que en el estado español sigue habiendo ideas prohibidas. La cuestión es que las leyes españolas son herederas directas del sistema franquista. La cuestión es que los rapsodas del régimen vigente son unos hipócritas y que esta vez se han quedado con las vergüenzas al aire. ¿Quién les seguirá dando crédito a todos estos payasos, después de justificar lo injustificable? ¿Quién creerá que esta gente sirve al pueblo? Después de todos sus sermones automáticos acerca de "la democracia y el estado de derecho", después de tanta monserga, cuando llega el momento de demostrar la firmeza de sus convicciones les falta tiempo para echar leña a la hoguera donde los inquisidores han atado a sus compañeros periodistas

¿Qué podemos esperar de estos santos opinadores madrileños, si ponen el "respeto a las instituciones" (al poder) por encima de la libertad? ¿Son periodistas o son propagandistas?

Me gustaría leerles el viejo sermón del pastor Niemöller, aquello de "Primero, vinieron por los judíos, y no protesté porque no era judío; Luego, vinieron por los comunistas, y no protesté porque no era comunista, etc etc", pero me temo que no merece la pena. Está claro que el sermón de Niemöller no va con esta gente: ellos no tiene nada que temer.

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