Tuesday, June 07, 2005

Érase una vez en Ucrania (I)

El artículo se titula “Nacionalismo y Genocidio: El Origen de la Hambruna Artificial de 1932-1933 en Ucrania” y el autor es un tal Valentyn Moroz. Podeis leerlo entero (en inglés) en
http://www.artukraine.com/famineart/nationalism.htm
Lo descubrí hace tiempo, en una página muy poco recomendable. A todos esos que defienden la censura en Internet, yo les digo: dejad que cada cual escriba lo que le dé la gana, y que luego el lector separe la paja del grano. Incluso en una página de extrema derecha se pueden encontrar joyas como este artículo. ¿Dónde hubiese oído hablar de Valentyn Moroz, si no? Es un tipo incómodo, un grano en el culo que le cae mal a todo el mundo. No creo que nadie, ni la izquierda, ni los conservadores americanos ni los fachillas españoles, nadie quiera escuchar la historia que cuenta Moroz:
El hombre fue víctima de la represión soviética, y eso a los guais de la izquierda les provoca urticaria: demasiados recuerdos incómodos.
Los americanos tampoco tienen interés en el genocidio ucraniano: allí el monopolio del sufrimiento lo tienen un par de minorías, léase judíos y negros, y no piensan compartir las ventajas políticas del victimismo con esos piojosos eslavos, blancos cristianos. Además, ¿Quién quiere recordar los crímenes que Stalin traía a cuestas, ya antes de unirse a la noble causa aliada? Daría la impresión de que los buenos de la Segunda Guerra Mundial no lo eran tanto.
En La Razón, me temo, también van a tardar en abordar el tema: la derecha nacionalista española no va a afanarse por recordar una historia en que los nacionalistas separatistas mueren por millones, víctimas del estado centralista.

Así que ya veis, hay un genocidio que no va a generar documentales, películas de Hollywood ni libros de esos que reseñan en la COPE.
Y sin embargo sucedió. Murieron millones de personas, a manos de un régimen asesino que les odiaba por ser lo que eran: ucranianos y patriotas. En su breve resumen, Moroz cuenta cosas que ablandarían al granito. Aquella tiranía no se conformaba con matar a las personas: querían robarles el alma. Querían privarles de todo lo que les hacía humanos, sus recuerdos, sus canciones, sus palabras. Encontraron un país llamado Ucrania e intentaron convertirlo en un cementerio, en un erial.
Todo, en nombre de la unidad nacional:

La descristianización, colectivización, industrialización, transferencia masiva de población de los pueblos y villas causó una erosión sin precedentes de las relaciones sociales tradicionales en Ucrania, cuyas catastróficas consecuencias aún no se han revelado completamente (Moroz, V. 1974: 77-79)


Nuestra historia comienza a poco de triunfar la Revolución de Octubre, y el principio no puede ser mejor. Los revolucionarios, al parecer, pretendían reforzar la identidad ucraniana, no arrasarla. La ley de 1923 describe así el proceso de “ucranización”:

[…] El gobierno popular reconoce la necesidad […] de concentrar la atención del estado en un futuro próximo en ampliar el conocimiento de la lengua ucraniana.
La igualdad formal entre los dos idiomas más usados en Ucrania – ucraniano y ruso – ha sido hasta ahora insuficiente. Los procesos de la vida, como muestra la experiencia, favorecen en realidad el predominio del ruso. Para eliminar esta desigualdad el gobierno implementará una serie de medidas prácticas que, al tiempo que garantizan la igualdad de todo idioma utilizado en territorio ucraniano, deben garantizar una posición para el ucraniaino acorde con el tamaño y la fuerza de la nación ucraniana en el territorio de la República Socialista Soviética de Ucrania
.

En estos años, entre 1923 y 1932, se dio un proceso que, leyendo a Moroz, recuerda bastante a la España de las autonomías. La ucranización recuerda el reconocimento de las “nacionalidades históricas” que se dio a partir de 1978. Como en el caso soviético, los españoles fingieron un entusiasmo por la recuperación de las culturas minoritarias que estaban lejos de sentir. Muy pronto surgió, en ambos casos, una resistencia al proceso. Las tácticas que emplearon los burócratas soviéticos para desprestigiar el patriotismo ucraniano son básicamente idénticas a las que utilizan hoy los centralistas españoles en Asturias. Según denunciaron los comunistas ucranianos al Comintern, en 1927:

Estas distorsiones consisten en ignorar o en dejar de valorar adecuadamente la cuestión nacional en Ucrania (a menudo disfrazándolo con un discurso internacionalista)particularmente:
1 – En el desprecio de la significación de Ucrania como parte de la URSS, en el intento de interpretar la creación de la URSS como la liquidación de hecho de las repúblicas nacionales;

¡Qué casualidad! Por aquí también te cuentan que Asturias “liquidó” su identidad hace siglos, fundiéndola en el abrazo de la patria común española.

2 – En la intención de que el partido permanezca neutral hacia el desarrollo de la cultura ucraniana, interpretándola como atrasada y “rural” en comparación con la cultura “proletaria” rusa;

¿Cuántas veces se habrá dicho que la cultura asturiana es puro folklore, que es una cultura campesina y paleta, y que defenderla es un atraso?

[...] 5 – En la repetición acrítica de opiniones chovinistas e imperialistas hacia la supuesta artificialidad de la ucranización, la ininteligibilidad del idioma "Gallego” [en referencia a la Galicia polaca] para la nación etc […]

Ésta es mi favorita: ¿No os recuerda todo ese rollo del “bable de laboratorio” que “no habla nadie”?

7 – En la frecuente tendencia a exagerar casos aislados de distorsión en la implementación de la ucranización, y en el intento de retratarla como un sistema político que viola sistemáticamente los derechos de las minorías nacionales (rusos, judíos, etc).

Muy buena también. Ya os habrán explicado que los nacionalistas pretendemos imponer la lengua asturiana y expulsar a los que “entienden Asturias de un modo distinto”.
Como se observa en este atrevido documento, enviado al Comintern pasando por encima del Comité Central Soviético, los ucranianos se tomaron muy en serio la recuperación de su cultura nacional y la utilizaron para enfrentarse con Moscú. Los niños se escolarizaban en ucraniano y, en 1930, ése llegó ser el idioma del 89 por ciento de los libros publicados en el país.
La broma estaba llegando demasiado lejos, y en el Kremlin había gente con muy poco sentido del humor. En el siguiente capítulo Moroz nos contará el método que utilizó Stalin para salvar la unidad de la patria. Ya os adelanto que la historia tiene final feliz: la URSS permanecio unida, y las pretensiones de los taimados separatistas insolidarios se vieron frustradas.

Moroz, Valentyn: Report from the Beria Preserve: The Writings of Valentyn Moroz. Editado y traducido por John Kolasky. Chicago: Cataract Press, 1974

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