Rumbita buena
Tengo una sensación curiosa, a veces. Escuchando las radiofórmulas, escuchando a estos poetas tan sensibles y románticos (ay, Antonio Orozco, ay, El Canto del Loco), siento como si el que cantara fuese en realidad Paco el Pocero, Julián Muñoz, Roca o Camacho, el de Solaris. Es como si todos esos melosos “niña, cuánto te quiero” significasen “acabo de comer con el concejal, esto ya está hecho” o “tres mil adosados y campo de golf, nos forramos que te lo digo yo”, cantados con voz cazallera y acento bronco. Todavía no sé exactamente por qué relaciono ambas cosas. Sólo sé que, cuanto más hablan de amor y caricias, más asco me dan, más falsos y más babosos me parecen. Cuanto más se empeñan en contarme su abrasadora pasión, más claro veo que no les importa otra cosa que la pasta.
Ahí tienes a Melendi: un ovetense que tiene hasta apellido asturiano pero que canta rumbita porque se lo manda la discográfica y finge un acento ridículo, medio gitano medio madrileño barriobajero. Melendi es un farsante que no se ha molestado en esperar para venderse, como los roqueros de antaño: él lo ha hecho desde el principio. Y es el ídolo de la chavalería, por lo visto. Su último disco se titula “Mientras no cueste trabajo”, y en la portada aparece nuestro héroe sentado, de brazos cruzados y con expresión indolente. Toma rebeldía juvenil. Ver cómo triunfa este zoquete, cómo suena en la radio a todas horas y cómo lo idolatran los chavales y sobre todo las chavalas me duele. Me duele más, tal vez, de lo que deberían dolerme otras cosas más importantes. Pero es que lo de la música es más evidente, más ofensivo.
Es como si se me estuviesen riendo en la cara. Te dicen “¿Recuerdas todo lo que se ha hecho estos años, todo el rock, todo el punk, todo el renacimiento del folk, todo el heavy? ¿Tienes discos de Eric Clapton o de Led Zeppelin o de Iron Maiden o de quien quieras? ¿Te gustan acaso Felpeyu, Ambás, Llan de Cubel, Corquiéu? Pues amiguín, vete olvidándote. La música del siglo XXI va a ser un refrito de calamares rancios en aceite de oliva usado”. Vuelve la misma rumbita de Peret, la misma de hace treinta años sólo que adulterada, más falsa y peor tocada. Vuelve la canción melódica española, vuelven los mismos acordes y la misma orquestación que ya acompañaban a Rafael y a Julio Iglesias. Vuelven y vuelven, y nos embuten la canción, nos la ceban hasta que la vomitamos, y la vuelven a recalentar y nos la vuelven a servir con otro título y un par de versos más.
No es sólo que haya muerto la cultura juvenil, no es sólo que los chavales no estén creando ningún movimiento musical original: es que ni siquiera recuerdan la cultura juvenil de hace quince años, es que les están colocando canciones para viejos y ni se enteran. Es que con tanto folklore andaluz, con tanta bazofia sentimentaloide, van a terminar tarareando “La Bien Pagá” por la calle.
Qué pena y qué rabia.
Ahí tienes a Melendi: un ovetense que tiene hasta apellido asturiano pero que canta rumbita porque se lo manda la discográfica y finge un acento ridículo, medio gitano medio madrileño barriobajero. Melendi es un farsante que no se ha molestado en esperar para venderse, como los roqueros de antaño: él lo ha hecho desde el principio. Y es el ídolo de la chavalería, por lo visto. Su último disco se titula “Mientras no cueste trabajo”, y en la portada aparece nuestro héroe sentado, de brazos cruzados y con expresión indolente. Toma rebeldía juvenil. Ver cómo triunfa este zoquete, cómo suena en la radio a todas horas y cómo lo idolatran los chavales y sobre todo las chavalas me duele. Me duele más, tal vez, de lo que deberían dolerme otras cosas más importantes. Pero es que lo de la música es más evidente, más ofensivo.
Es como si se me estuviesen riendo en la cara. Te dicen “¿Recuerdas todo lo que se ha hecho estos años, todo el rock, todo el punk, todo el renacimiento del folk, todo el heavy? ¿Tienes discos de Eric Clapton o de Led Zeppelin o de Iron Maiden o de quien quieras? ¿Te gustan acaso Felpeyu, Ambás, Llan de Cubel, Corquiéu? Pues amiguín, vete olvidándote. La música del siglo XXI va a ser un refrito de calamares rancios en aceite de oliva usado”. Vuelve la misma rumbita de Peret, la misma de hace treinta años sólo que adulterada, más falsa y peor tocada. Vuelve la canción melódica española, vuelven los mismos acordes y la misma orquestación que ya acompañaban a Rafael y a Julio Iglesias. Vuelven y vuelven, y nos embuten la canción, nos la ceban hasta que la vomitamos, y la vuelven a recalentar y nos la vuelven a servir con otro título y un par de versos más.
No es sólo que haya muerto la cultura juvenil, no es sólo que los chavales no estén creando ningún movimiento musical original: es que ni siquiera recuerdan la cultura juvenil de hace quince años, es que les están colocando canciones para viejos y ni se enteran. Es que con tanto folklore andaluz, con tanta bazofia sentimentaloide, van a terminar tarareando “La Bien Pagá” por la calle.
Qué pena y qué rabia.
Labels: asturias, imperialismo cultural, Melendi, rock
1 Comments:
Buenas,
Je, estoy de acuerdo contigo.
Y eso, q no sabes muchas historias del mencionado Melendi, de como empezo, de lo q era, como consiguio su primera audicion, las adicciones q tenia y las nuevas q tiene ahora, de los viajes esporadicos q hace y muchas historias, q conozco, de primera mano (de un amigo suyo)...
Entonces si q te tirarias de los pelos...
Salu2
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