Aquí, como en ningún sitio
Mil veces, no, un millón de veces lo he oído: “Como en España, en ningún sitio”, y punto en boca. Este extraño orgullo es una parte muy importante de la mitología españolista. Se supone que la ineficiencia, la desidia, los chanchullos, son parte de algo bueno: de una filosofía relajada, optimista, “mediterránea”. “Aquí se vive muy bien”, así que no tiene sentido calentarse la cabeza pensando en la corrupción que envenena todo el sistema. “Nosotros sabemos disfrutar de la vida”, luego sólo un tonto se detendrá en minucias como el empobrecimiento de los trabajadores, la creciente brecha entre clases sociales, el desastre del medio ambiente o la desaparición de la identidad asturiana.
El ultimo al que se lo oí tenia buenos motivos para la satisfacción. Cobraba un salario de miseria y trabajaba nueve horas al día en un puesto duro y bajo presión constante. A estas nueve horas añadía tres extras más (¡Doce en total, cada día!) para afrontar una hipoteca y mantener dos hijos. Se las pagaban a menos de cinco euros. Le concedían dos semanas de vacaciones al año y llegó a pasar DOS AÑOS sin vacaciones para arañar cuatro duros mas.
Así disfruta un hombre que se enorgullece de su buen vivir.
Da la impresión de que todo el mundo se esfuerza en ser feliz, por las buenas o por las malas. Todo es alegría fingida, animación forzada. En la radio reinan la marcha caribeña, el batir de palmas del pop aflamencado y las baladas de amor más diabéticas, pero si apagas el aparato y te fijas en las expresiones de la gente, todo el mundo camina por la calle cabizbajo y apresurado.
No sé cómo sería la cosa en otra época, cuando las familias se mantenían unidas y había tiempo libre. Lo que veo hoy es gente que trabaja mucho y descansa poco, empeñada en aferrarse a la clase media aunque gane cada vez menos y tenga deudas cada vez mas grandes. Hay mucha soledad, familias rotas, separados viviendo por su cuenta, titulados que emigran al quinto cuerno, adolescentes medio salvajes que se crían en la calle sin apenas conocer a sus padres, viejos en residencias sociales o como diablos se llamen ahora, pueblos vacíos y ciudades monstruosas. Vivimos entre hormigón, enterrados como en un nicho. La gente corre a encerrarse en casa cada noche para enchufarse a una tele mas estúpida cada vez. Y el sistema político, que nunca fue una maravilla, se ha deteriorado hasta convertirse en un engaño perfecto, con la brillante apariencia de una democracia modelo y un interior impermeable a la influencia de los trabajadores.
Eso sí, los sábados los bares rebosan de gente hasta la madrugada, emborracharse es barato, hay burdeles por todas partes y la droga corre como el agua. Y si te gusta saltarte las leyes, tanto de trafico como urbanísticas o medioambientales, raro será que la policía te moleste. ¿Será eso el “vivir bien”? ¿Se referirán a eso los del “Como España, en ningún sitio”? Pues viva España, oiga.
El ultimo al que se lo oí tenia buenos motivos para la satisfacción. Cobraba un salario de miseria y trabajaba nueve horas al día en un puesto duro y bajo presión constante. A estas nueve horas añadía tres extras más (¡Doce en total, cada día!) para afrontar una hipoteca y mantener dos hijos. Se las pagaban a menos de cinco euros. Le concedían dos semanas de vacaciones al año y llegó a pasar DOS AÑOS sin vacaciones para arañar cuatro duros mas.
Así disfruta un hombre que se enorgullece de su buen vivir.
Da la impresión de que todo el mundo se esfuerza en ser feliz, por las buenas o por las malas. Todo es alegría fingida, animación forzada. En la radio reinan la marcha caribeña, el batir de palmas del pop aflamencado y las baladas de amor más diabéticas, pero si apagas el aparato y te fijas en las expresiones de la gente, todo el mundo camina por la calle cabizbajo y apresurado.
No sé cómo sería la cosa en otra época, cuando las familias se mantenían unidas y había tiempo libre. Lo que veo hoy es gente que trabaja mucho y descansa poco, empeñada en aferrarse a la clase media aunque gane cada vez menos y tenga deudas cada vez mas grandes. Hay mucha soledad, familias rotas, separados viviendo por su cuenta, titulados que emigran al quinto cuerno, adolescentes medio salvajes que se crían en la calle sin apenas conocer a sus padres, viejos en residencias sociales o como diablos se llamen ahora, pueblos vacíos y ciudades monstruosas. Vivimos entre hormigón, enterrados como en un nicho. La gente corre a encerrarse en casa cada noche para enchufarse a una tele mas estúpida cada vez. Y el sistema político, que nunca fue una maravilla, se ha deteriorado hasta convertirse en un engaño perfecto, con la brillante apariencia de una democracia modelo y un interior impermeable a la influencia de los trabajadores.
Eso sí, los sábados los bares rebosan de gente hasta la madrugada, emborracharse es barato, hay burdeles por todas partes y la droga corre como el agua. Y si te gusta saltarte las leyes, tanto de trafico como urbanísticas o medioambientales, raro será que la policía te moleste. ¿Será eso el “vivir bien”? ¿Se referirán a eso los del “Como España, en ningún sitio”? Pues viva España, oiga.
Labels: calidad de vida, España, mitos españoles, Opresión
1 Comments:
Hola, llegué hasta equí dende'l foru Burbuja.info (soi adicta a él pero nun me decido a rexistrame ni a escribir) y quería dicite que me presta muncho lo que dices y el to estilu lliterariu.
Un saludu,
Laura
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