"300": Una bazofia militarista americana
Acabo de ver “300”. ¡Menuda chufa! Me ha hecho pensar en un autobús que llega a la última parada: la primera estación fue “Braveheart”, la segunda “El Señor de los Anillos”, la tercera “El Reino de los Cielos” y la última “300”. Cada película fue un poco más exagerada, un poco más engolada, un poco más ridícula que la anterior. Al menos “El Reino de los Cielos” respetaba los hechos principales y los personajes más importantes de la época. Al menos en aquélla el enemigo musulman aparecía tan humano como los protagonistas cristianos, y más caballeroso. En “300” han tenido la desvergüenza de representar a los persas, literalmente, como monstruos inhumanos. Los guerreros de Jerjes parecen sacados de las tropas de orcos que asediaban Gondor.
Toda la cinta está pensada como una exaltación de la guerra y del odio. El enemigo no es humano y su exterminio jamás plantea el menor dilema moral, en cambio cada una de las bajas en el bando propio se recibe como un crimen inexcusable que clama venganza. La culpa de la guerra la tiene siempre el otro bando, incluso cuando el espectador ha visto que la provocación salió del lado espartano. Los que abogan por la paz son invariablemente traidores a sueldo del enemigo. Las palabras más conciliadoras de todo el metraje, “Nuestras culturas podrían aprender mucho la una de la otra” son un engaño salido de los labios del mismísimo emperador persa y el héroe, Leonidas, las desprecia con jactancia.
Y por cierto, el matiz racial me ha dejado atónito. Los espartanos son ejemplares perfectos de raza blanca, variedad europea, con predominio de tipos nórdicos. Los persas oscilan entre los ojos negrísimos y la tez olivácea de Jerjes y la piel ébano de sus esclavos y emisarios. Parece que la tiranía de la corrección política ha desaparecido definitivamente de Hollywood.
Después de haberla visto, tengo que darle la razón al gobierno iraní. No tengo ni idea de quién ha financiado esta basura, pero está claro que pretendía enardecer a la opinión pública americana y reactivar el belicismo que iba decayendo estos últimos meses. “Guerra psicológica” la llamaron los iraníes, y eso me ha parecido a mí también. Hay muchas referencias a la situación actual, a la guerra universal contra el “terrorismo” decretada por Washington. La película está trufada de arengas donde se alude al peligro inminente de que nuestra civilización, nuestros valores, nuestra ley sean barridos de la historia por una oleada incontenible de fanáticos religiosos, enemigos de la libertad y morenos. La palabra “libertad” es la coartada que emplean Leonidas y los demás partidarios de la guerra para justificarlo todo, exactamente igual que Bush en sus discursos.
Después de tantos errores, de tantos fracasos, de haber quedado en ridículo tantas veces ante el mundo entero, parece que los neocon han renunciado al debate racional. Es un ejercicio de ceguera voluntaria, un autoengaño consciente, un gran esfuerzo mental para escapar de los fastidiosos detalles de la realidad y refugiarse en las fantasías ultranacionalistas. En lugar de una guerra sucia y confusa como la de Irak, nos ponen frente a la limpísima hazaña de las Termópilas. En lugar de la absurda invasión del 2003, emprendida para conjurar un peligro inexistente, quieren que recordemos el muy real empeño de los persas por someter Grecia. En vez del zoquete, del niño mimado que es Bush, prefieren imaginar a un semidiós griego dirigiendo las tropas.
La ventaja del director es que, escudado en la ficción y el entretenimiento, puede atreverse a hablar sin los tapujos diplomáticos que aún frenan a los ultraderechistas americanos. Bush puede repetir mil veces que la suya no es una guerra contra los musulmanes sino contra unos pocos malvados que pervierten el Islam, pero en Hollywood desprecian esas sutilezas. “300” no hace distinción entre fanatismo y religión, entre el pueblo persa y las ambiciones imperialistas de Jerjes. No se trata de derrotar a unos pocos “terroristas” escondidos entre una gran masa de personas decentes sino de una especie de combate cósmico entre razas. Los europeos representan en esta lucha la ley, la razón y la moral mientras los orientales (incluyendo de propina a los “bárbaros” negros, como se les llama sin tapujos) encarnan la tiranía, el misticismo y la degeneración sexual (de la homofobia que destila toda la peli hablaremos otro día). La escena final me puso los pelos de punta: el ejemplo de Leonidas arrastra a toda Grecia a una batalla final, Platea, donde los hombres libres de la Hélade entera se enfrentan a las hordas persas. ¿Pretenden los americanos conducirnos alegremente a una Guerra Mundial contra el Islam?
Toda la cinta está pensada como una exaltación de la guerra y del odio. El enemigo no es humano y su exterminio jamás plantea el menor dilema moral, en cambio cada una de las bajas en el bando propio se recibe como un crimen inexcusable que clama venganza. La culpa de la guerra la tiene siempre el otro bando, incluso cuando el espectador ha visto que la provocación salió del lado espartano. Los que abogan por la paz son invariablemente traidores a sueldo del enemigo. Las palabras más conciliadoras de todo el metraje, “Nuestras culturas podrían aprender mucho la una de la otra” son un engaño salido de los labios del mismísimo emperador persa y el héroe, Leonidas, las desprecia con jactancia.
Y por cierto, el matiz racial me ha dejado atónito. Los espartanos son ejemplares perfectos de raza blanca, variedad europea, con predominio de tipos nórdicos. Los persas oscilan entre los ojos negrísimos y la tez olivácea de Jerjes y la piel ébano de sus esclavos y emisarios. Parece que la tiranía de la corrección política ha desaparecido definitivamente de Hollywood.
Después de haberla visto, tengo que darle la razón al gobierno iraní. No tengo ni idea de quién ha financiado esta basura, pero está claro que pretendía enardecer a la opinión pública americana y reactivar el belicismo que iba decayendo estos últimos meses. “Guerra psicológica” la llamaron los iraníes, y eso me ha parecido a mí también. Hay muchas referencias a la situación actual, a la guerra universal contra el “terrorismo” decretada por Washington. La película está trufada de arengas donde se alude al peligro inminente de que nuestra civilización, nuestros valores, nuestra ley sean barridos de la historia por una oleada incontenible de fanáticos religiosos, enemigos de la libertad y morenos. La palabra “libertad” es la coartada que emplean Leonidas y los demás partidarios de la guerra para justificarlo todo, exactamente igual que Bush en sus discursos.
Después de tantos errores, de tantos fracasos, de haber quedado en ridículo tantas veces ante el mundo entero, parece que los neocon han renunciado al debate racional. Es un ejercicio de ceguera voluntaria, un autoengaño consciente, un gran esfuerzo mental para escapar de los fastidiosos detalles de la realidad y refugiarse en las fantasías ultranacionalistas. En lugar de una guerra sucia y confusa como la de Irak, nos ponen frente a la limpísima hazaña de las Termópilas. En lugar de la absurda invasión del 2003, emprendida para conjurar un peligro inexistente, quieren que recordemos el muy real empeño de los persas por someter Grecia. En vez del zoquete, del niño mimado que es Bush, prefieren imaginar a un semidiós griego dirigiendo las tropas.
La ventaja del director es que, escudado en la ficción y el entretenimiento, puede atreverse a hablar sin los tapujos diplomáticos que aún frenan a los ultraderechistas americanos. Bush puede repetir mil veces que la suya no es una guerra contra los musulmanes sino contra unos pocos malvados que pervierten el Islam, pero en Hollywood desprecian esas sutilezas. “300” no hace distinción entre fanatismo y religión, entre el pueblo persa y las ambiciones imperialistas de Jerjes. No se trata de derrotar a unos pocos “terroristas” escondidos entre una gran masa de personas decentes sino de una especie de combate cósmico entre razas. Los europeos representan en esta lucha la ley, la razón y la moral mientras los orientales (incluyendo de propina a los “bárbaros” negros, como se les llama sin tapujos) encarnan la tiranía, el misticismo y la degeneración sexual (de la homofobia que destila toda la peli hablaremos otro día). La escena final me puso los pelos de punta: el ejemplo de Leonidas arrastra a toda Grecia a una batalla final, Platea, donde los hombres libres de la Hélade entera se enfrentan a las hordas persas. ¿Pretenden los americanos conducirnos alegremente a una Guerra Mundial contra el Islam?
8 Comments:
Yo esa discusión prefiero dejársela a los que saben. Para decir cosas políticamente correctas ya está Ramoncín.
Pero este lo explica mejor que yo:
http://www.icorso.com/foro/mensaje.php?a=15873&b=24&c=1
Haces bien en dejarles estas cosas a los que saben. Si yo me atrevi a escribir este articulo fue porque llevo años leyendo todo lo que cae en mis manos sobre politica americana, incluyendo unos cuantos libros sobre la ideologia militarista que sustenta todo el tinglado.
Ciertamente, como dice el gilipollas del Reverte (¿Presume de leer a los clásicos? ¿Se puede ser mas gilipollas?), los espartanos son de los nuestros. Ese sistema totalitario suyo parece hermano gemelo del nazi o el sovietico. La historia se repite cincuenta mil veces.
Leonidas y los suyos eran heroes, de acuerdo, pero "300" sigue siendo una basura fascista. Tambien Agustina de Aragon y Don Pelayo eran heroes, y tambien fueron manipulados para justificar una tirania.
Me gusta la epica, lo que no me gusta es una peli epica (mala de cojones, pero eso va aparte) que atiza el odio de "los nuestros" contra "ellos" precisamente en un momento como este, donde somos NOSOTROS los agresores; a menos que me equivoque totalmente y la intencion del director sea identificar la tirania de Jerjes con el militarismo angloamericano, claro. Eso tendria bastante sentido.
Su opinión es respetable, desde luego. Incluso que llame gilipollas a un tío por lo que lea u opine es respetable (aunque es algo que personalmente no haría). Si tuviera que hacerle una crítica sería la de que aún no se ha enterado usted de qué va todo esto. La película no tiene la culpa de que la historia sea de una determinada forma o de otra. No tiene la culpa del ''nosotros'', ni del ''ellos''. El pecado, en este caso, está en los ojos del que la mira predispuesto a ver una agresión dónde no la hay. Predispuesto a ver la mano del señor Bush, de la Casa Blanca, de las grandes multinacionales, del movimiento sionista, de la asociación del rifle y de la madre que nos parió a todos.
Y por supuesto, cuando decía ''los que saben'', me refería a los historiadores.
No entiendo qué pintan los historiadores aquí. Yo he hablado de una película y de su mensaje político, que me ha parecido evidentísimo. Ya veo que no es así para todo el mundo.
Llamar "gilipollas" al Reverte es casi un homenaje, considerando cuánto ha desgastado él la palabra en su columna de El Semanal. En todo caso, hace falta ser gilipollas (o un mentecato, si lo prefiere) para presumir así de haber leído literatura griega.
En cuanto a la película, recuerdo ahora un detalle curioso: en las casi dos horas, si se fija usted, no hay desarrollo de personajes.
No es solo que no haya matices, que los buenos sean solamente buenos y los malos solamente malos. Es que ninguno evoluciona, ni hay apenas conflicto. Al final de la peli están todos igualicos que al principio. Lo unico que hemos visto entretanto han sido discursos y peleas. Esa no es una obra dramatica, eso es propaganda: imagenes impactantes y palabreria.
Y tal vez mi ojo este demasiado contaminado, efectivamente. Estoy acostumbrado a reconocer los argumentos belicistas de la derecha americana y le puedo asegurar que "300" los ha embutido todos, y repasado varias veces, entre las innumerables arengas de su metraje.
Llegados a este punto sólo cabe decir: que alá le guarde.
Disculpe... pero... no ha leído el comic, ¿verdad?
La película es exactamente como el comic... casi frase por frase, escena por escena.
Acusar a la película de tal o cual ideología es un poco precipitado, puesto que no hay más ideología tras ella que la que había en las páginas del comic, que, por cierto, es de 1998, mucho antes de la política anti-islámica de George Bush Jr.
Y a su vez está basado en una película del 62...
He leído el cómic y no, no es exactamente igual que la película.
Toda la subtrama de la retaguardia, las intrigas políticas contra el senador pacifista, la reina pidiendo mas tropas, etc etc, son añadidos del director.
Todos los discursitos sobre la "libertad" y "la amenaza oriental" son nuevos. Las referencias al fanatismo religioso y al machismo persa tampoco aparecen en el libro. Los persas monstruosos tambien son cosecha de Hollywood. De hecho, el personaje de Leonidas ha sido manipulado. En el comic es un jefe antipatico y claramente fascista: por ejemplo, ni siquiera se molesta en justificar el asesinato de los embajadores persas, mientras que en la pelicula suelta un par de frases ofendidas como para dar a entender que tiene motivos para asesinar a los embajadores.
El comic era una obra corta, sencilla y dura, la han retocado para adaptarla al discurso antiislamico de Bush y Cia. Es cierto que Miller hizo una apologia del fascismo y del militarismo pero, siendo asi, ¿Quien obligaba al idiota del director a adaptar al cine precisamente una obra asi?
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