Solidaridad, Solidaridad
Seguimos a vueltas con el Estatut: los catalanes se definen como nación, y los políticos asturianos aprovechan la ocasión para proclamar, por enésima vez, su lealtad inquebrantable a la nación española: lealtad a cualquier precio, pase lo que pase, incluso si la evolución nacional de Cataluña convierte la constitución española, poco a poco, en una caricatura aún más grotesca de lo que ya era en 1978.
¿Qué tal si jugamos a un juego? Llamémoslo “El Juego de las Verdades”.
1-Los catalanes se sienten nación.
2-Aunque el nuevo estatut fracase en el parlamento español, seguirán sintiéndose nación y votando, por abrumadora mayoría, partidos nacionalistas.
3-Estos partidos nacionalistas seguirán trabajando duro, igual que los últimos treinta años, por favorecer los intereses de Cataluña y por instaurar una organización asimétrica del estado, donde Cataluña tenga una autonomía y por tanto una influencia mayor que las demás comunidades. Cada vez que en Madrid haya una mayoría inestable, avanzarán en sus reivindicaciones.
4-Esta situación nos perjudica a los asturianos, y nos lleva perjudicando desde que se aprobó la constitución.
Ahora viene la parte difícil: ¿Queréis explicarme por qué diablos nos empeñamos en seguir siendo fieles a este churro, a esta tomadura de pelo? ¿No se os pone cara de ingenuos cuando pensáis en todo esto? No bastaba con la situación vigente, sino que los catalanes aún quieren ir más allá y hacer más flagrantes, más chillonas aún, las diferencias entre Comunidades Autónomas. ¿Y resulta que Asturias no tiene nada que decir, salvo lo que decidan por nosotros Rajoy y Zapatero? ¿Será otra vez una componenda entre los jefes de Barcelona y los de Madrid?
Hay dos cosas que me dan vergüenza. Una, la acabo de explicar: nuestra mansedumbre, mientras nos humillan y nos excluyen de un debate que nos afecta. La otra es esa monserga de la solidaridad interterritorial.
Al menos Areces se calla la boca: supongo que no se considera digno de rebuznar al par de los grandes burros del rebaño español. Podría ser peor, podría ser como Ibarra y dejarnos en ridículo cada tres días. No obstante, el argumento de la solidaridad también se oye mucho por Asturias. Y hay muchos seguidores de Ibarra, por aquí.
El extremeño se nos enfada porque los catalanes son unos insolidarios: quieren que los impuestos que pagan se gasten en su casa. Ése es el famoso argumento de la solidaridad, expresado sin rodeos ni palabrería. ¿Verdad que suena estúpido? Porque lo es.
Los catalanes reclaman una cosa razonable y justa: nosotros nos comportamos como el mendigo que no se conforma con suplicar una moneda, sino que la reclama con insolencia. La solidaridad, por lo visto, no es una virtud sino una obligación, una condena. Está visto que los catalanes están condenados, por alguna maldición milenaria, a subvencionar perpetuamente unas comunidades incapaces de aprender a valerse por sí mismas.
No me gusta mendigar. No me gusta considerarme inferior a nadie. No me creo incapaz de valerme por mí mismo, ni de ayudar a levantar mi país. Por todas estas razones, me avergüenzo profundamente cada vez que Ibarra, o algún otro charlatán constitucionalista, saca a pasear la simpleza de la solidaridad.
Si queréis mantener España unida porque la consideráis vuestra patria, y porque os duele la simple idea de verla rota, decidlo así de una vez: pero basta ya de demagogias y de mentiras. La solidaridad sirve para ayudar a las víctimas de un huracán, o a esos países comidos de las moscas, donde nadie sabe leer y la mitad de la población tiene SIDA. Eso es solidaridad, no pagar la monstruosidad del Muselón o el Palacio de Congresos de Calatrava en Oviedo. Qué vergüenza, Señor.
¿Qué tal si jugamos a un juego? Llamémoslo “El Juego de las Verdades”.
1-Los catalanes se sienten nación.
2-Aunque el nuevo estatut fracase en el parlamento español, seguirán sintiéndose nación y votando, por abrumadora mayoría, partidos nacionalistas.
3-Estos partidos nacionalistas seguirán trabajando duro, igual que los últimos treinta años, por favorecer los intereses de Cataluña y por instaurar una organización asimétrica del estado, donde Cataluña tenga una autonomía y por tanto una influencia mayor que las demás comunidades. Cada vez que en Madrid haya una mayoría inestable, avanzarán en sus reivindicaciones.
4-Esta situación nos perjudica a los asturianos, y nos lleva perjudicando desde que se aprobó la constitución.
Ahora viene la parte difícil: ¿Queréis explicarme por qué diablos nos empeñamos en seguir siendo fieles a este churro, a esta tomadura de pelo? ¿No se os pone cara de ingenuos cuando pensáis en todo esto? No bastaba con la situación vigente, sino que los catalanes aún quieren ir más allá y hacer más flagrantes, más chillonas aún, las diferencias entre Comunidades Autónomas. ¿Y resulta que Asturias no tiene nada que decir, salvo lo que decidan por nosotros Rajoy y Zapatero? ¿Será otra vez una componenda entre los jefes de Barcelona y los de Madrid?
Hay dos cosas que me dan vergüenza. Una, la acabo de explicar: nuestra mansedumbre, mientras nos humillan y nos excluyen de un debate que nos afecta. La otra es esa monserga de la solidaridad interterritorial.
Al menos Areces se calla la boca: supongo que no se considera digno de rebuznar al par de los grandes burros del rebaño español. Podría ser peor, podría ser como Ibarra y dejarnos en ridículo cada tres días. No obstante, el argumento de la solidaridad también se oye mucho por Asturias. Y hay muchos seguidores de Ibarra, por aquí.
El extremeño se nos enfada porque los catalanes son unos insolidarios: quieren que los impuestos que pagan se gasten en su casa. Ése es el famoso argumento de la solidaridad, expresado sin rodeos ni palabrería. ¿Verdad que suena estúpido? Porque lo es.
Los catalanes reclaman una cosa razonable y justa: nosotros nos comportamos como el mendigo que no se conforma con suplicar una moneda, sino que la reclama con insolencia. La solidaridad, por lo visto, no es una virtud sino una obligación, una condena. Está visto que los catalanes están condenados, por alguna maldición milenaria, a subvencionar perpetuamente unas comunidades incapaces de aprender a valerse por sí mismas.
No me gusta mendigar. No me gusta considerarme inferior a nadie. No me creo incapaz de valerme por mí mismo, ni de ayudar a levantar mi país. Por todas estas razones, me avergüenzo profundamente cada vez que Ibarra, o algún otro charlatán constitucionalista, saca a pasear la simpleza de la solidaridad.
Si queréis mantener España unida porque la consideráis vuestra patria, y porque os duele la simple idea de verla rota, decidlo así de una vez: pero basta ya de demagogias y de mentiras. La solidaridad sirve para ayudar a las víctimas de un huracán, o a esos países comidos de las moscas, donde nadie sabe leer y la mitad de la población tiene SIDA. Eso es solidaridad, no pagar la monstruosidad del Muselón o el Palacio de Congresos de Calatrava en Oviedo. Qué vergüenza, Señor.
2 Comments:
Mi comentario es breve; Somos un pueblo paleto e ignorante, mal que me pese decirlo. Llevamos como quienientos años dandole vueltas al tema , tiempo que otros han aprovechado un poco mas. Realmente resulta cansada tanta verborrea pro/contra nacionalismos. ¿Alguien tiene un poco de sentido común?
Me ha gustado mucho este post, es dificil (por no decir imposible) defender este punto de vista siendo independentista catalán. Pero hay que ser muy valiente y muy honesto para defender esto desde tu situación. Felicidades.
(si te pasas por mi blog, salta ha hace unos meses para saber el porque de mi posicionamiento independentista y no-nacionalista).
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