Despedida (y IV)
Querido Carbayoncete:
Creo que te equivocas en una cosa. Dices que nadie puede enseñarte a amar Asturias más y mejor. Yo puedo.Los asturchales amamos Asturias más y mejor que vosotros, españolitos. Es inevitable. Por puro amor a este país, porque nos preocupa Asturias, militamos en un movimiento débil y acosado.
Mientras tú lloras por la unidad de España y por la amenaza separatista, nosotros intentamos estar al día de los problemas que nos tocan cerca. Mientras tú buscas nuevas formas de insultar a los vascos, nosotros denunciamos las nuevas macrolíneas de alta tensión, el último despropósito urbanístico, el disparate de los parques eólicos o el circo de los Premios Príncipe de Asturias. Y nosotros no conseguimos cargos, ni prebendas, ni maletines. A nosotros no nos dan cátedras ni nos hacen homenajes. Como mucho, se nos acercará algún zopenco a llamarnos “aldeanos” y a recitarnos la última lección aprendida en la COPE.
No se puede estar a las campanas y a la procesión. Tú amas España, lo abstracto, lo grande, lo poderoso. Nosotros amamos lo que conocemos, lo pequeño, lo que podemos proteger. Nosotros somos paletos, tú imperial.Tienes razón, no puede haber un “nacionalismo incluyente”: a eso se le llama imperialismo. ¿Dónde te coloca eso?
No nos digas que amas esta tierra más que nosotros, Carbayoncete. Asturias, en la mitología españolista, no pasa de ser la sala de los trofeos, el rincón polvoriento donde se guarda la armadura del bisabuelo: la gloriosa cuna de la monarquía. Le hacéis a Asturias el peor de los insultos: le negáis la existencia. Para vosotros Asturias es una demarcación administrativa, sin historia, sin cultura, sin idioma. Las poquísimas veces que se habla en España de la oficialidad del asturiano, es para hacer burla de la ocurrencia: “A estos extremos llega la locura de las autonomías, que incluso los asturianos quieren oficializar su pobre dialecto”.
Tú, después de proclamarte amante apasionado de Asturias, ridiculizas a los que la consideramos nación. ¿Tan absurdo te parece, de verdad? ¿Tan vacía de identidad, tan carente de contenido, tan sin sustancia es Asturias que no concibes que nadie pueda considerarla su patria? ¿De dónde nace tanto desprecio, tanto sentimiento de superioridad? ¿Quién diablos te crees que eres, después de todo?
Cuando uno madura, Carbayoncete, aprende a convivir con cosas que no le gustan. Así he hecho yo: me he acostumbrado a vosotros, patriotas españoles, fascistas reciclados, prepotentes matones. Qué remedio.
Ya no me escandalizo de vuestros falsos argumentos, de vuestras falsificaciones históricas, de vuestras amenazas, de vuestros desprecios y de vuestro quejumbroso victimismo. Estoy acostumbrado a veros ganadores, arrogantes frente al débil y, a la vez, lloriqueando como gatitos ante el que osa plantaros cara. En Asturias os reís de nosotros, nos llamáis “aldeanos” a los que intentamos resistir la asimilación, la extinción de nuestra cultura. En Cataluña os entra la perreta porque los niños hablan catalán en las escuelas. En el País Vasco rabiáis porque el nacionalismo ha conseguido un milagro económico mientras los demás nos hundimos en la miseria.
Estoy acostumbrado y a la vez, qué curioso, estoy harto de vosotros. Déjame que te conteste una cosa, una sola cosita, ¿Vale?
Nada, hombre, no pasa nada. “Vascongadas” es el término que usaban los franquistas para designar a las tres provincias que hoy forman la Comunidad Autónoma Vasca. Ellos y la ETA, qué curioso. Pero, ¿Pasar? No pasa nada, tú mismo. Un facha más ya ni se nota. Eso sí, ojalá los asturchales nos saliésemos con nuestro empecinamiento y esto se convirtiese en otro País Vasco. Porque el milagro económico vasco no es obra de la ETA como tú insinúas, mastuerzo mío: es el resultado de muchos años de esfuerzo, de un pueblo que trabaja unido y que quiere prosperar. Es algo que tú no entiendes: patriotismo
Creo que te equivocas en una cosa. Dices que nadie puede enseñarte a amar Asturias más y mejor. Yo puedo.Los asturchales amamos Asturias más y mejor que vosotros, españolitos. Es inevitable. Por puro amor a este país, porque nos preocupa Asturias, militamos en un movimiento débil y acosado.
Mientras tú lloras por la unidad de España y por la amenaza separatista, nosotros intentamos estar al día de los problemas que nos tocan cerca. Mientras tú buscas nuevas formas de insultar a los vascos, nosotros denunciamos las nuevas macrolíneas de alta tensión, el último despropósito urbanístico, el disparate de los parques eólicos o el circo de los Premios Príncipe de Asturias. Y nosotros no conseguimos cargos, ni prebendas, ni maletines. A nosotros no nos dan cátedras ni nos hacen homenajes. Como mucho, se nos acercará algún zopenco a llamarnos “aldeanos” y a recitarnos la última lección aprendida en la COPE.
No se puede estar a las campanas y a la procesión. Tú amas España, lo abstracto, lo grande, lo poderoso. Nosotros amamos lo que conocemos, lo pequeño, lo que podemos proteger. Nosotros somos paletos, tú imperial.Tienes razón, no puede haber un “nacionalismo incluyente”: a eso se le llama imperialismo. ¿Dónde te coloca eso?
No nos digas que amas esta tierra más que nosotros, Carbayoncete. Asturias, en la mitología españolista, no pasa de ser la sala de los trofeos, el rincón polvoriento donde se guarda la armadura del bisabuelo: la gloriosa cuna de la monarquía. Le hacéis a Asturias el peor de los insultos: le negáis la existencia. Para vosotros Asturias es una demarcación administrativa, sin historia, sin cultura, sin idioma. Las poquísimas veces que se habla en España de la oficialidad del asturiano, es para hacer burla de la ocurrencia: “A estos extremos llega la locura de las autonomías, que incluso los asturianos quieren oficializar su pobre dialecto”.
Tú, después de proclamarte amante apasionado de Asturias, ridiculizas a los que la consideramos nación. ¿Tan absurdo te parece, de verdad? ¿Tan vacía de identidad, tan carente de contenido, tan sin sustancia es Asturias que no concibes que nadie pueda considerarla su patria? ¿De dónde nace tanto desprecio, tanto sentimiento de superioridad? ¿Quién diablos te crees que eres, después de todo?
Cuando uno madura, Carbayoncete, aprende a convivir con cosas que no le gustan. Así he hecho yo: me he acostumbrado a vosotros, patriotas españoles, fascistas reciclados, prepotentes matones. Qué remedio.
Ya no me escandalizo de vuestros falsos argumentos, de vuestras falsificaciones históricas, de vuestras amenazas, de vuestros desprecios y de vuestro quejumbroso victimismo. Estoy acostumbrado a veros ganadores, arrogantes frente al débil y, a la vez, lloriqueando como gatitos ante el que osa plantaros cara. En Asturias os reís de nosotros, nos llamáis “aldeanos” a los que intentamos resistir la asimilación, la extinción de nuestra cultura. En Cataluña os entra la perreta porque los niños hablan catalán en las escuelas. En el País Vasco rabiáis porque el nacionalismo ha conseguido un milagro económico mientras los demás nos hundimos en la miseria.
Estoy acostumbrado y a la vez, qué curioso, estoy harto de vosotros. Déjame que te conteste una cosa, una sola cosita, ¿Vale?
los asturchales […] se empecinan en hacer de esto otras Vascongadas (sí, Vascongadas, ¿Pasa algo?)
Nada, hombre, no pasa nada. “Vascongadas” es el término que usaban los franquistas para designar a las tres provincias que hoy forman la Comunidad Autónoma Vasca. Ellos y la ETA, qué curioso. Pero, ¿Pasar? No pasa nada, tú mismo. Un facha más ya ni se nota. Eso sí, ojalá los asturchales nos saliésemos con nuestro empecinamiento y esto se convirtiese en otro País Vasco. Porque el milagro económico vasco no es obra de la ETA como tú insinúas, mastuerzo mío: es el resultado de muchos años de esfuerzo, de un pueblo que trabaja unido y que quiere prosperar. Es algo que tú no entiendes: patriotismo
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